Podría citar decenas, centenares de
estadísticas y notas referidas al crecimiento del consumo de medios digitales,
mostrar fotos de pasajeros leyendo noticias en sus pantallas en colectivos y subtes, hablar de
Twitter, Facebook, Instagram, etc etc etc.
Todo eso, que no haré, porque tal vez sea
demasiado evidente como para requerir de una nueva evidencia, sirve para
justificar aquello de que cada vez se consume más información digital y menos
en papel.
Podríamos hablar, también, de la facilidad para
compartir y opinar o debatir sobre un mismo tema, el poder verlo todos al mismo tiempo en una
charla por Whatsapp y un sinnúmero de utilidades de la información digital, en
especial a partir de la irrupción y consolidación de los smartphones.
Sin embargo, y a pesar de todo esto (sumado a
lo que seguramente olvidé mencionar), mucha gente sigue estando enamorada del
papel. Pareciera que, a pesar de usarse cada vez menos, ir contra la ecología y ser más rústico
que las pantallas brillantes, el papel tiene –o sigue teniendo-, en cuanto a
noticias, un no sé qué que se valora muy por encima de lo digital.
En más de una oportunidad le he comentado a
diferentes clientes que habíamos tenido muy buenos resultados en la mención de
su actividad en medios digitales de amplia difusión. Y la respuesta, más de una
vez fue: “Ok, gracias, ¿pero sabés si puede salir en papel?”
En otros casos, donde la información ha salido
publicada en papel, les he enviado la noticia escaneada, en buena calidad, con
facilidad para la lectura (ampliando o achicando, poniendo más claro el fondo,
etc.) y han salido corriendo a comprar el diario o la revista de papel. “Para
tenerla”.
Quiénes, por qué
Ese encantamiento que produce el papel (se
constata no solo en las noticias sino también en la literatura, ¿quién puede
negar el placer de tener un libro en la mano?) resulta de alguna manera lógico
en las personas que se criaron con máquinas de escribir y que llegaron a las
computadoras recién a mediana edad. No es fácil cambiar el chip de un momento
al otro.
Pero lo que sorprende es que algunos profesionales
medianamente jóvenes todavía prefieran ese formato. Por eso, hablamos de un
aura, encantamiento o glamour, algo que transmite el papel y la letra de molde,
que no puede trasladarse de la misma manera a lo digital.
Esto no significa que, en prensa, el papel
tenga realmente mayor valor que lo digital. En todo caso, siempre lo que prima
es la cantidad de gente a la que llega cada uno (y si es la gente a la que se
quiere llegar). Por ejemplo, el portal I Profesional, que no es papel, llega a
más lectores que un diario de barrio. En ese caso, el valor de una mención allí
es mayor.
Pero a pesar de esa evidencia, cuasi
científica, la gente quiere salir mencionada en el papel. Quiere ver su nombre,
o el de su institución o empresa, fundido contra el blanco de la hoja. Como si
ello significara una trascendencia mayor.
Lógicamente no se traslada esto a todas las
personas. También es cierto que, con el tiempo, el papel perderá más espacio
respecto de lo digital. Pero hoy, en plena era de Twitter, Facebook y Linkedin,
el papel todavía conserva un encanto que no hay pantalla que pueda igualar.
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